Hablar de Don Cruz Lizárraga, es hablar de una leyenda de éxitos, trofeos y reconocimientos. Pionero de las bandas auténticas y creador de la Internacional Banda El Recodo, fue un músico de oído, precursor del sonido bronco clásico. Bautizado como Cruz Lizárraga Lizárraga, nació el 1 de julio de 1918, en El Recodo, Sinaloa, apodado por sus amigos como Crucillo; sin embargo, para Lola Beltrán, quien fuera su amiga de toda la vida, sencillamente era Don Cruz, el hombre cuya máxima alegría era tocar en la las pistas de baile de tierra, donde se reencontraba con sus inicios. Hijo de los labriegos Teófilo Lizárraga Garzón y de Concepción Lizárraga, en su juventud le tocó hacerla de ‘todo’ para sobrevivir: fue arriero, agricultor, peluquero y hasta hacía viajes de carga, en burro, desde El Recodo hasta la ciudad de Durango. Eran aquellos días en que se oía la música de banda sonando en los pueblitos que circundaban al Río Presidio, a veces por bautizos, bodas o cumpleaños.

            Corría el año de 1937 cuando ‘Crucillo’ Lizárraga tuvo en sus manos el primer clarinete, que obtuvo gracias a la venta de una marrana, en 75 pesos, dinero que le sirvió para dar el enganche. Pero aun con el instrumento, no la tenía fácil, debido a que en su tiempo, ser músico, era sinónimo de vagancia y borrachera, de modo que a escondidas de sus padres consiguió quién le enseñara las primeras notas, hasta que en 1938 tuvo el consentimiento de don Teófilo para poder tocar libremente, integrándose de inmediato a la banda del pueblo. Ese mismo año se registraría la génesis de su leyenda, al estrenarse musicalmente en San Juan de Jacobo, un pueblo ubicado a 15 kilómetros de El Recodo.

            Contaba Don Cruz Lizárraga que en el devenir de su primera época como músico, se topó con un político de nombre Jesús Escobar, al que apodaban ‘el Chacas’, quien habiendo oído y visto aquella banda -que solía cargar con unos platillos chuecos-, se quiso lucir con ‘Crucillo’, prometiéndole unos platillos más decorosos. Pero el originario de El Recodo compartía la creencia popular de que los políticos prometían mucho, pero cumplían poco; pero ante su sorpresa, el consabido ‘Chacas’, hecho ya del poder como presidente municipal, se le apareció no sólo con platillos nuevos, sino además con un par de clarinetes, otro de trombones y uno más de trompetas, aparte de un bajo y una tarola. Y entonces ‘Crucillo’ formó su propia banda.

            Se signa entonces a la década de los 30 como la etapa de fundación de la Banda El Recodo, haciéndose oír, antes que nada, hacia todo lo largo y ancho posibles da la zona rural sinaloense. Vario tiempo después, justo en 1951,  El Recodo se convertiría en la primera  banda en grabar un disco; y dado su paso triunfal por el camino del éxito, al paso de los años también se instituiría en la primera banda en conocer escenarios fuera del Estado de Sinaloa, la primera banda en pisar territorio extranjero; y la primera y única agrupación en conquistar los cinco continentes del mundo: el Americano, el Europeo, el Asiático, el Africano y Oceanía, porque su fundador, desde un principio, no se permitió ni un día de descanso y tampoco escatimó ni un gramo de ímpetu para que El Recodo se oyera por Santa María y todo el mundo, desde los primeros días de su  creación.

            En su trayectoria artística de más de 57 años, conoció el mundo e hizo suyos foros que hubieran parecido imposibles para la banda característica de Sinaloa, toda una historia musical en la que se hizo amigos de grupos como Café Tacuba y Pandora, además de celebridades como Julio Alemán, Angélica María, César Costa, Jesús Kumate, María Isaura Espinoza, Irma Serrano, Julio César Chávez, Rebeca de Alba, José Ángel Espinoza ‘Ferrusquilla’; y desde luego Lola Beltrán, su “amiga del alma”. Pero era un hombre que daba la mano desde el corazón con facilidad, así se tratara del ser más humilde sobre la tierra.

            Durante su vida, fue testigo de una larga lista de reconocimientos, tanto a su persona como a la agrupación a la que se entregó con una pasión sin límites, a esa Banda El Recodo que habría de denominarse como El Orgullo de México, La Número 1, La Internacional, La Mejor Banda del Mundo y La Madre de todas las Bandas; en resumen, La Banda de Don Cruz Lizárraga, que es sinónimo de Leyenda, la de más venta de discos, la que impuso un estilo propio, la difusora del folklor sinaloense, la más respetada, la más consentida y la más aplaudida allende las fronteras nacionales.

            En su vida privada se casó tres veces. De su primer matrimonio, nacieron Germán, Cruz, Modesta, Jorge, Teófilo, Abelardo y José Ángel. De su segundo matrimonio, nacieron sus hijos Araceli y Alberto. Su tercer  y último matrimonio fue con la Señora María de Jesús Lizárraga Velarde, Chuyita, como cariñosamente es conocida, quien supo impulsarlo y darle todo su apoyo, ya que la Señora Chuyita empezó a llevar la batuta en la administración de La Banda El Recodo, desde que se unieron en matrimonio. Con ella procreó a Poncho y Joel, también músicos, quienes también heredaron el gusto por el clarinete. Pero hay que reconocer que Don Cruz era hombre de armas tomar, porque aunque sólo tuvo tres matrimonios, logró procrear un total de 23 hijos.

            Falleció en la Ciudad de México, el 17 de junio de 1995, cuando su Banda hacía una gira por Europa. Como nunca en la historia de Mazatlán, las pompas fúnebres de Don Cruz convocaron a cientos de personas para rendirle los honores de despedida, homenaje que también se repitió en la tierra que lo vio nacer. Aquel anhelo de Que me entierren con la banda, tan pronunciado en el espíritu sinaloense, se hizo realidad a través de todos sus amigos músicos, que no dejaron de tocar mientras sus restos descendían en el Panteón Renacimiento, del puerto mazatleco, donde descansa para siempre el Hombre Leyenda, tan ilustre como lo fueron sus paisanos, Lola Beltrán y Pedro Infante.

JULIO BERNAL

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