CON RITMO VERTIGINOSO, PRESENTAN LA OBRA “DHL”

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5Continúa el Festival de monólogos Teatro a una sola voz

Al carajo con Sigmund Freud y el psicoanálisis, esto es la vida cotidiana de un tipo temeroso a abandonar la zona de confort, pareciera haber dicho la puesta en escena DHL durante el segundo día del Festival de monólogos Teatro a una sola voz, el lunes 11 de julio, mediante la electrizante actuación de Luis Eduardo Yee en el papel de un “Félix” cualquiera, tan insignificante como aquella ostra que prefirió permanecer al fondo del mar y continuar siendo ostra toda su vida, y tan gloriosa como aquella otra ostra que prefirió salir a la superficie, evolucionar y dar origen al hombre, es decir, una historia repleta de los detalles banales en el acontecer diario, pero que de pronto el más soso de todos los detalles puede provocar una andanada magnífica, para bien o para mal, y llevarte a la felicidad o a la  locura real.

Escrita por el propio Yee y bajo la dirección de Ricardo Rodríguez, DHL es un conglomerado de situaciones comunes para un habitante común de una ciudad común, que de repente pudiera engañar a un espectador que pudiera considerar que “Félix”, el mensajero que no sabe ser y hacer otra cosa que no sea su propia cotidianidad de entregar paquetes y amar a su novia Rosa, es el resultado de los traumas de la infancia, al ofrecértelo, en retrospectiva, como el niño inseguro, temeroso de los alturas, quien incluso hizo el ridículo de su vida al mearse en el pináculo de una resbaladilla usual y corriente, aunque la misma escena, de súbito, te voltea la situación, pues aquel acto de imbecilidad provoca un hecho trascendente: un “Félix” de 5 años enamorado de la pequeña “Rosa” que le tocó el hombro y le dijo: “quítate, meón”.

Con un ritmo vertiginoso, y con el Teatro Socorro Astol como escenario,  el actor fue hilvanando de “pe” a “pa” todo lo que puede contener la vida de cualquier vecino, que incluye un niño de kínder, el chavalito en plan familiar, la etapa del joven enamorado, y en la del hombre con empleo y respectivo jefe; y por encima de todo, cómo es que “eres” cuando empiezas a “ser” en este mundo –fobias incluidas– y te das por enterado que has empezado a tejer con tu propia madeja, que construyes la telaraña por donde caminas y que desde los primeros días se va cimentando la locura de cada cual.

Y de este modo se ofreció al “Félix” de todos los días, por cierto que de forma divertidísima, ocurrente, vivaz; a ese hombre que le movieron el tapete al enfrentarlo a una situación no común en su estilo de vida, y que por tanto dejó ver la cantidad de abismos que traía dentro desde la niñez –como cualquiera–, y que no fue capaz de hacerse de fuerzas para descubrir qué había del otro lado de la “montaña” que le pusieron enfrente –como a cualquiera–, y al no poder presionar los pies y vida propia sobre terreno conocido y cómodo, resolvió el hilo de su madeja con un nudo de locura: permanecer flotando en la estratósfera de su mente inerme.

“Félix” resolvió sus temores: “Sigo sin saber dónde estoy, pero ya no tengo miedo”, dijo. Y el público se volcó a aplaudir a Luis Eduardo Yee, al director de la obra y a la Compañía Los Bocanegra.

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