Como a José Alfredo Jiménez, a José Uriarte se le acabó la fuerza de una de sus manos, pero al revés: la derecha empezó a fallarle y creyó que era el fin de su carrera como artista plástico, pero al probar con la otra mano se dio cuenta que fantásticamente podía hacerla danzar sobre el lienzo, y entonces le dio rienda suelta y los pinceles lograron Un Momento Inesperado, como se llama su exposición.

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