En el Festival Internacional Universitario de la Cultura, el actor Miguel Ángel Valencia presenta el unipersonal dedicado a los dos artistas fallecidos recientemente
Emotivo como él mismo. El actor Miguel Ángel Valencia fue poesía pero también fuerza, en el escenario de la Facultad de Derecho de la UAS para recordar con un espectáculo unipersonal a la actriz Itzel Navidad y el fotógrafo Roberto Bernal, ambos fallecidos recientemente.
Y con esa nostalgia de haber perdido a dos amigos, el experimentado actor que tuvo sus mejores años con el Tatuas, llegó a la vigésima primera edición del Festival Internacional Universitario de la Cultura.
Vestido sobriamente de blanco y frente a él un banco, un títere, incienso una botella, un vaso frente a él y la presencia del poeta Rubén Rivera, escenificó los versos del poeta iraní Omar Khayyam.
Profundo, doloroso, nostálgico, las letras recordaron a los que ya no están, a esa flor marchita que se fue para siempre, sin saber si llegó al cielo o al mar. Cayó como una gota de rocío de una flor, de esa que ya no regresa.
En poco más de media hora, Valencia, se dijo a sí mismo: “acepta cualquier goce que pueda ofrecerte la vida. No creas que hay alguien que cuente nuestros vicios y virtudes. Desprecia lo que pueda robarte un momento dichoso.”
En este mismo tono recordó no olvidar que un día de estos el alma dejará su cuerpo y después de eso no sabrá, y mucho menos importará su origen o destino. “Cuando alguien muere, no habrá más nada”.
La vida llega a su fin, así como la noche. El hombre es un título que el destino maneja a su antojo. Los manda al cajón del olvido, se dijo una y otra vez.
Íntimo, en el centro del escenario sólo de él, volvía a esa frase inicial: “La flor marchita se fue para siempre y no volverá…”; entonces, ese mensaje a los ausentes, dejó silencio, ese mismo minuto de silencio dedicado a todo lo que le dieron al arte sinaloense.