- La maestra, bailarina e incansable promotora cultural, estuvo como invitada en el programa Universarte de la UAS
«Enséñales a las niñas el baile que bailaste en sexto», le dijo su madre, entonces profesora en el kínder Baltazar Izaguirre Rojo, a donde Alicia Montaño Villalobos, de 13 años de edad, tenía que aparecerse a diario luego de concluir sus jornadas como estudiante de secundaria. “No te quiero de vaga”, le había dicho su progenitora. Jamás le pasó por la cabeza que ese sería el principio de lo que sería su vocación de vida: la danza, el folklor en todas sus expresiones.
Así lo contó durante la charla que sostuvo con Fernando Mejía Castro, en el marco del programa Universarte de la UAS, donde estuvo como invitada y donde también intervinieron los universitarios Alberto Bueno y Carlos Rochín, evento que vino a convertirse en un deleite para quienes atendieron la cartelera de la Coordinación General de Extensión de la Cultura, dado el rico universo anecdotario de la también promotora cultural y autora de varios títulos.
Para describirla artísticamente, Mejía Castro se palanqueó en un poema que Guadalupe Ledezma le dedicó a la invitada de lujo, donde brillan versos amantísimos donde la semejan con música, con recital de pájaros y grillos, con encajes y olanes, y con una canasta azul de zapatillas, porque, cuando baila, “se abren las ventanas y su cuerpo se enciende igual como una novia; y es que Alicia es una fiesta de palomas”.
Y aparecería la sencillez de mujer que le caracteriza, al decir: «No me siento la gran artista, pero lo que hago, lo hago con todo mi corazón», y desde ese momento empezaría a desgranarse su devenir artístico, ampliamente reconocido en los escenarios sinaloenses, iniciando con contar cómo fue que un día, siendo una adolescente, sustituyó a la maestra de danza Rosa Andrade en el kínder Baltazar Izaguirre Rojo, pero sin contar con un sistema, que resolvió cuando la pianista de la escuela le dijo que la profesora Andrade les enseñaba los pasos, primero despacito y después de prisa. «Entonces llegué, en un momento de mi vida, a entender que había un método de enseñanza, como en todas las enseñanzas del mundo».
Amiga fiel de Miguel Tamayo, Rosa María Peraza, Inga Pauwells y Pedro Carreón, ya finados, recordó los espectáculos monumentales de folklor que se organizaban en el Estadio Ángel Flores, de sus estudios en el Instituto Nacional de Bellas Artes, de sus primeras incursiones por Badiraguato, a donde nunca ha dejado de asistir, como promotora y maestra.
Asimismo, trajo a colación los nombres de profesores emblemáticos en la historia de las enseñanzas en Sinaloa, como Velina León de Medina, Agustina Achoy y Enrique Romero Jiménez. “De ellos me nutrí de muchas enseñanzas y eso dio origen al Instituto Federal de Capacitación del Magisterio; trabajaba todas las vacaciones con maestros del centro, norte y sur y yo era la maestra de danza; qué belleza era trabajar, donde montábamos cosas muy bonitas con maestros, hombres y mujeres, con trajes que la SEP conseguía en México, en Bellas Artes o en el Seguro Social”.
Entre otras remembranzas, Alicia Montaño confesó que Pedro Carreón se inspiró en ella para crear uno de sus personajes de títeres. “La bailarina española era yo, está inspirada en mí, a mí me lo hizo”, contó.
Y muy revelador: “Yo tengo el honor de decirte que, antes de que llegara Héctor Chávez, cuando trabajé en la Universidad yo fui la primera en montar un espectáculo de danza moderna, ahora se llama contemporánea, que se llamaba Balada de la luna y el venado”.