Robbin Blanco se presenta, en la vigésima primera edición del Festival Internacional Universitario de la Cultura.
Las sillas instaladas en la Casa de la Cultura Miguel Tamayo resultaron insuficientes para recibir al público que aplaudió las interpretaciones del guitarrista Robbin Blanco, cuya música fue la invitada a la vigésima primera edición del Festival Internacional Universitario de la Cultura.
La tarde del lunes, el músico yucateco ofreció un concierto variado para que fuera accesible a todo público, aunque ahí destacó la presencia de guitarristas de la Escuela de Música de la UAS, donde también impartió un taller.
El artista, que ha pisado diversos países alrededor del mundo, los Emiratos Árabes incluidos, ofreció una serie de composiciones de autores franceses, cubanos, mexicanos, brasileños; e incluso de él mismo.
Del compositor francés Roland Dyens, quien fuera su maestro, ejecutó una de las piezas más emotivas de la noche; después tocaría a Eduardo Martín, Ernesto García.
Durante la hora del concierto, que sonó a música clásica, vals, jazz, bossanova, tango, Blanco presentó el vals francés, que en México se grabó en cumbia bajo el título de Amor de mis amores. También ‘regaló’ El choclo, de Ángel Villoldo.
Agradecido por estar en Sinaloa, un estado en el que se había presentado anteriormente, el artista mencionó que siempre ha buscado que su música tenga sentido y pueda volverse universal para que quede sólo en un pequeño grupo de escuchas.
Y aunque reside en Canadá, confesó que nunca deja de ser mexicano; de ahí su interés por incluir sus orígenes en los conciertos, así como sucedió durante esta presentación, en la que no dejó duda del por qué ha sido merecedor a distintos reconocimientos y su agenda de trabajo incluye países de Europa y Estados Unidos.
Por eso, al final del concierto el público, lo reconoció de pie y fue entonces que ejecutó algunas obras más, incluidas en su nuevo disco, mismo que invitó a escuchar a través de la página www.robbinblanco.com