- El Grupo La Carreta presentó Sebastián el hortelano, dentro del programa UniversArte de la UAS
En estos días de robo de combustible, acción ilegal a la que popularmente se le ha llamado “huachicoleo”, de buena enseñanza resultó el espectáculo ‘Sebastián el hortelano’, donde salió a relucir la máxima de Benito Juárez, la que dice que el respeto al derecho ajeno es la paz, habida la presencia de un conejillo que estaba terco en hurtar unas hermosas zanahorias del jardín de don Sebastián, ante la desaprobación de Papá Conejo.
Ante un público bullicioso, frente a una niñez escandalosa y divertida, el Grupo La Carreta, bajo la dirección de Víctor Galván, presentó un cuento sencillo pero aleccionador, como parte del programa UniversArte de la UAS, que incluyó, antes de la función, una práctica de interacción con las artes a través del moldeado de plastilina, en la que los infantes dieron rienda suelta a su imaginación.
Fue la historia de un inquieto Conejín, a quien no le gustaba ir a la escuela y por tanto carecía de buenas calificaciones, de tal modo que Papá Conejo se veía obligado a llevarlo de la mano hasta el salón de clases. Y un día de tantos, rumbo a la escuela, el simpático animalillo se topó con una espléndida cesta de zanahorias, descubriendo a su vez el huerto de don Sebastián. Y quiso llevarse las anaranjadas hortalizas, pero su padre le dijo que, pues cómo iba a hacer eso, si no eran suyas, que nunca de los jamases debía tomar cosas ajenas.
En tanto, don Sebastián era un hombre feliz y orgulloso de su cosecha, soñando, tras la venta, con comprarse una camioneta, ropa, zapatos, perfumes. Pero los niños del público habían de prevenirlo del conejillo que quería robarse las zanahorias, pero no con un ay, tenga cuidado usted, sino a gritos, a borbotones de voces escandalizadas y divertidísimas. Entonces el hortelano urdió en esconderse para atrapar al malhechor, porque éste había previsto volver al huerto a la hora del recreo. Y ahí estaba el público cuando lo vio venir, avisando que ya, ¡mírelo, se quiere comer sus zanahorias!
Era tanto el afán de Conejín, que hasta les dijo a los niños que, si seguían con sus gritos, a ellos los iba a acusar de robo. Y en algún momento a don Sebastián se le ocurrió poner un atractivo espantapájaros con pegamento, para que el ‘raterillo’ se adhiriese a él. Y así sucedió. Pero hasta el público se vio en la necesidad de mostrar sus manos, a manera de prueba de que no tenía pegamento y no era culpable.
Y fue de este modo como el animalito aprendió, como se le dijo, que el respeto al derecho ajeno es la paz, contenido en el cuento escenificado en el Teatro Universitario, bajo la organización de la Coordinación General de Extensión de la Cultura a través de sus direcciones de Actividades Artísticas y Académico Cultural, con la colaboración de la Unidad Académica Escuela de Artes Plásticas de la Universidad Autónoma de Sinaloa