CITAN A NEWTON PARA EXPLICAR LA LIBERTAD HUMANA

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1“Algo sobre las leyes de gravitación universal”, en el Festival de monólogos.

¿Bailamos?, oyó desde las alturas la Niña de las Piedras. Era obvio que la invitación no iba dirigida a ella, supuso, ¿pues a quién se le podría ocurrir querer bailar con alguien incapaz de tocar tierra firme con los pies? Y allá estaba, flotando como en todas las horas de su vida, con el mentón hacia abajo solazándose con el barullo de aquella tarde de feria, cuando en esto descubrió al Chamaco del barrio guiñándole el ojo: en realidad sí era para ella la invitación.

Con una metáfora redonda, poética y hasta divertida, la actriz Mercedes Hernández conquistó el corazón del público que volvió a llenar la sala del Teatro Socorro Astol, mediante la obra Algo sobre las leyes de gravitación universal, original de Daniel de la O y con las direcciones de Giselle Sandiel y Félix Arroyo, en la cuarta entrega del Festival de monólogos Teatro a una sola voz.

La historia empezó con la existencia de una niña preciosísima (“como si no fuera de verdad”, pudo haber dicho la poeta Gabriela Mistral) y que causó enojo y envidia en una bruja científica, porque sólo una malévola de la ciencia pudo haber inventado un brebaje para desafiar a Isaac Newton y poner a flotar a la preciosísima, una maldición que se contrapuso a la Ley de Gravitación Universal.

Pero ocurrente que es el hombre, en una reunión de vecinos para decidir cómo aliviar a la pequeña enferma de flotación -en este momento rondando por el techo-, el más viejito de todos resultó ser más gallo que la bruja científica y concluyó que sí, órale: amárrenle unas piedras en los pies y díganme si no deja de flotar. Y a partir de entonces fue conocida como la Niña de las Piedras.

Con una atmósfera mágica lograda por la excelente actuación de Mercedes Hernández, quien la constante fue hacerla de cuentacuentos pero sin quedarse en ese nivel, pues representaba cada personaje que iba narrando, el monólogo fue un milagro en el que la ciencia de Newton sirvió magníficamente para explicar el deber ser de la libertad humana; o un monólogo donde el tema de la libertad arrastró al escenario la Ley de Gravitación Universal para decirle al prójimo de las ataduras y esas cosas que de repente no te dejan ser.

Con mucho de inspiración en el cuento La luz es como el agua, de García Márquez, o una exposición de que el escritor colombiano no se atrevió a interponer el nombre de Newton cuando puso a flotar a aquellos niños que se ahogaron de luz en un departamento de la Castellana, el monólogo fue una excelente demostración de equilibrio de actoralidad, espacio, iluminación, efectos y música en vivo (guitarra clásica incluida, con “Canción de cuna” de Bruwer).

Tanto el inicio, como el desarrollo y el desenlace, sirvieron para demostrar que el ser humano es masa cósmica, que podría sonar a nada, pero que antes al contrario significa todo, aunque se sea menos que una pizca de arena dentro de un granito de arena, porque la pequeñez viene resultando el detalle que hace la vida, la gran vida, donde no deben haber ataduras morales, sociales o familiares.

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